Hueso del oido que mantiene el equilibrio

Hueso del oido que mantiene el equilibrio

Sistema vestibular

20 noviembre, 2017 | DanielleUn trastorno del equilibrio es una afección que le hace sentirse inestable o mareado, como si se moviera, diera vueltas o flotara, aunque esté quieto o acostado. Los trastornos del equilibrio pueden estar causados por ciertas condiciones de salud, medicamentos o un problema en el oído interno o el cerebro.

Nuestro sentido del equilibrio está controlado principalmente por una estructura laberíntica del oído interno llamada laberinto, que está formada por hueso y tejido blando. En un extremo del laberinto hay un intrincado sistema de bucles y bolsas llamado canales semicirculares y órganos otolíticos, que nos ayudan a mantener el equilibrio. En el otro extremo hay un órgano en forma de caracol llamado cóclea, que nos permite oír. El término médico para todas las partes del oído interno relacionadas con el equilibrio es el sistema vestibular.

¿Cómo funciona el sistema vestibular? Nuestro sistema vestibular trabaja con otros sistemas sensoriomotores del cuerpo, como el sistema visual (ojos) y el sistema óseo (huesos y articulaciones), para comprobar y mantener la posición de nuestro cuerpo en reposo o en movimiento. También nos ayuda a mantener la mirada fija en los objetos aunque la posición de nuestro cuerpo cambie. El sistema vestibular hace esto detectando las fuerzas mecánicas, incluida la gravedad, que actúan sobre nuestros órganos vestibulares cuando nos movemos. Dos secciones del laberinto nos ayudan a realizar estas tareas: los canales semicirculares y los órganos otolíticos.

Oído interno

El oído medio está formado por los tres huesos más pequeños (huesecillos auditivos) del cuerpo humano: el martillo, el yunque y el estribo. La trompa de Eustaquio conecta el oído medio con la nasofaringe con la función principal de igualar la presión sobre el tímpano desde el conducto auditivo externo y el oído medio.

  Palabras relacionadas con equilibrio

La audición es un proceso de conversión de la energía de las ondas sonoras que vibran en el aire en señales nerviosas eléctricas que el cerebro puede interpretar. El oído externo del ser humano realza la percepción de las altas frecuencias desde la parte delantera y desacentúa las frecuencias más altas desde la parte trasera. El conducto auditivo externo conduce el sonido hasta la membrana del tímpano, protegiendo su delicada membrana de posibles traumatismos. Si el conducto auditivo externo está obstruido por el cerumen, la audición puede verse notablemente reducida. Las ondas sonoras que golpean la membrana timpánica (tímpano) empujan y tiran alternativamente de la membrana, fuertemente tensada pero blanda, transfiriendo energía a los huesos auditivos suspendidos en ligamentos muy blandos en el oído medio. El tercer hueso auditivo, el estribo, transmite directamente el sonido a través de la ventana oval del oído interno, poniendo en movimiento los fluidos del oído interno en las mismas frecuencias que el sonido entrante. Esta energía se separa dentro de la parte auditiva del oído interno, llamada cóclea. Unas diminutas “células ciliadas” están estructuradas para optimizar frecuencias específicas en zonas concretas de la cóclea. Estas células ciliadas convierten las ondas de fluido en señales eléctricas que se transfieren a la rama auditiva del nervio vestibulococlear y envían señales electrónicas al cerebro para la interpretación del sonido.

La parte del oído responsable del equilibrio

La presencia de sistemas sensoriales y de respuesta es un atributo universal de la vida tal y como la conocemos. Todos los organismos vivos de la Tierra tienen la capacidad de percibir y responder adecuadamente a los cambios de su entorno interno y externo. Los organismos, incluidos los humanos, deben percibir con precisión antes de poder reaccionar, asegurando así su supervivencia. Si nuestros sentidos no nos proporcionan una información fiable, podemos realizar una acción inadecuada para las circunstancias, lo que podría provocar lesiones o la muerte.

  La constante de equilibrio puede ser negativa

Todos estamos familiarizados con la pregunta: “¿Cuántos sentidos tiene el ser humano?”. La respuesta que escuchamos con más frecuencia es cinco: vista, gusto, olfato, oído y tacto. (El tacto incluye el calor, el frío, la presión y el dolor). En realidad, hay muchos otros sentidos: el hambre, la sed, la cinestesia, etc. Uno de los más potentes de los otros sentidos es el sentido vestibular, proporcionado por el sistema vestibular. Se trata de nuestra capacidad para percibir el movimiento del cuerpo combinada con nuestra capacidad para mantener el equilibrio. El cuerpo humano tiene una notable capacidad para percibir y determinar la dirección y la velocidad a la que se mueve y mantener el equilibrio (equilibrio postural).

Hueso del oído

El equilibrio es la capacidad de mantener una posición erguida. La coordinación es la capacidad de realizar un conjunto complejo de movimientos manteniendo el equilibrio. El equilibrio y la coordinación dependen de la interacción de múltiples sistemas que trabajan juntos. Los principales sistemas que intervienen en el equilibrio y la coordinación son el vestibular (oído interno), el visual (movimientos de los ojos) y la propiocepción (comúnmente conocida como el sentido del tacto y la sensación). El sistema nervioso central, principalmente el tronco del encéfalo y el cerebelo, proporciona el procesamiento central para los tres sistemas de entrada sensorial en un evento coordinado, permitiendo una salida de respuestas, equilibrada y coordinada.

El sistema vestibular (oído interno) también se llama laberinto. Controla la dirección de nuestros movimientos durante los giros, los desplazamientos hacia delante y hacia atrás, de lado a lado y de arriba a abajo. El oído interno contiene dos órganos individuales para el equilibrio: (1) el utrículo, formado por la mácula y el sáculo, y (2) un conjunto de tres canales semicirculares.

  Dificultad para mantener el equilibrio

Los órganos del utrículo son responsables de la sensación de gravedad. La mácula y el sáculo están formados por delicadas terminaciones nerviosas conectadas a una estructura de carbonato de calcio. Estas partículas tienen una mayor densidad en relación con el líquido en el que están inmersas, lo que hace que “caigan” por la acción de la gravedad. A medida que la cabeza se mueve en relación con la gravedad, las partículas ejercen presión sobre las terminaciones nerviosas (el mejor ejemplo de esto es sentir la aceleración y desaceleración en un ascensor). La mácula y el sáculo están aproximadamente en ángulo recto entre sí y dan información posicional ligeramente diferente. De este modo, el utrículo del oído interno es capaz de proporcionar al cerebro información sobre la posición de la cabeza en relación con la gravedad.

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