Cánticos evangélicos
Sigue confiando en el Señor y haz lo que es justo a sus ojos. Fija tu corazón en las promesas de Dios y estarás seguro, gozando de su fidelidad. Haz de Dios el máximo deleite y placer de tu vida, y él te proporcionará lo que más deseas. Dale a Dios el derecho de dirigir tu vida, y mientras confías en él a lo largo del camino encontrarás que lo ha hecho perfectamente…~ Salmo 37:1-11 (TPT)Nota: La impresión artística enmarcada viene lista para colgar – en un tapete blanco de 1″ y marco de madera natural.
Sigue confiando en el Señor y haz lo que es correcto a sus ojos. Fija tu corazón en las promesas de Dios y estarás seguro, deleitándote con su fidelidad. Haz que Dios sea el mayor deleite y placer de tu vida, y él te proporcionará lo que más deseas. Dale a Dios el derecho de dirigir tu vida, y cuando confíes en él a lo largo del camino descubrirás que lo ha hecho perfectamente…~ Salmo 37:1-11 (TPT)Nota: La impresión artística enmarcada viene lista para colgar – en un tapete blanco de 1″ y un marco de madera natural.
Cánticos para la oración de la mañana
Así comienza el Cántico de Simeón, la oración extraída de las palabras del profeta que sostuvo al niño Jesús en el Templo en el momento de la presentación (Lc 2,29-32), una oración conocida a menudo por su nombre en latín “Nunc Dimittis” (“ahora despide”).
El Cántico de Zacarías (Lc 1,68-79, conocido como el “Benedictus”) comienza el día en la oración de la mañana, y el Magnificat de María (Lc 1,46-55) se eleva en la oración de la tarde. Si se añade el Cántico de Simeón para la oración de la noche, todo el día queda envuelto en la alabanza a Dios.
Pero la sabiduría del cántico de Simeón puede hablarnos no sólo por la noche, cuando entregamos a la misericordia de Dios todo lo que se ha hecho y deshecho en el día. Sus palabras también aportan verdad a cada etapa de la vida y a cada momento en el que necesitamos pedir la ayuda de Dios para cerrar un capítulo.
Este otoño me encontré rezando las palabras cuando me imaginé a mi hermana y mi cuñado como nidos vacíos, lanzando a su último hijo a la universidad: “Señor, deja que tu siervo se vaya en paz; tu palabra se ha cumplido”.
Las palabras pueden dirigirse tanto a los padres como a los hijos, atrapados en la interminable danza de acercarse y dejarse llevar. El cántico me vino de nuevo a la mente cuando vi a mi cuarto hijo salir para su primer día de guardería, con un nudo en la garganta como el de todos sus hermanos.
Ciclo de la Liturgia de las Horas
1. El cántico que acabamos de escuchar presenta gran parte de una larga oración puesta en boca de Salomón, que en la tradición bíblica es considerado el rey justo y sabio por excelencia. Se nos ofrece en el capítulo noveno del Libro de la Sabiduría, una obra del Antiguo Testamento que fue escrita en griego, quizá en Alejandría, Egipto, en los albores de la era cristiana. En ella podemos percibir tonos del judaísmo vivo y abierto de la diáspora judía en el mundo helenístico.
Este Libro nos ofrece tres corrientes de pensamiento teológico: la bendita inmortalidad como fin último de la vida de los justos (cf. cc. 1-5); la sabiduría como don divino y guía de la vida y de las decisiones de los fieles (cf. cc. 6-9); la historia de la salvación, especialmente el acontecimiento fundamental del Éxodo de la opresión egipcia, como signo de esa lucha entre el bien y el mal que conduce a la salvación y redención plenas (cf. cc. 10-19).
2. Salomón vivió unos diez siglos antes que el inspirado autor del Libro de la Sabiduría, pero ha sido considerado el fundador y autor ideal de todo el pensamiento sapiencial posterior. La oración en forma de himno puesta en sus labios es una solemne invocación dirigida al “Dios de mis padres, Señor de la misericordia” (9,1), para que conceda el precioso don de la sabiduría.
Liturgia de las horas hoy oración de la tarde
El uso esta mañana del Cántico de la Sabiduría como lectura para la oración de la mañana en Danos este día (desgraciadamente no se utiliza en el Leccionario) me hizo recordar su significado como uno de los salmos y cánticos de comunión por defecto.
Este pasaje es una meditación sobre lo que Dios hizo por los israelitas en Éxodo 16 y Números 11. Dios alimentó a su pueblo con el maná, el alimento de los ángeles, el pan del cielo, que cubría el suelo como la nieve y el hielo, pero que no se derretía al sol (el fuego de los vv. 22 y 23). Los egipcios eran los enemigos, las almas sin instrucción (17:1), a quienes Dios persiguió con una columna de fuego incluso a través de la lluvia y el mar.