Problemas emocionales en el autismo
La inteligencia emocional (IE) se define en términos generales como la capacidad de identificar, evaluar y controlar las emociones de uno mismo, de los demás y de los grupos. El interés y la investigación relacionados con la IE han crecido de forma espectacular en la última década.
Actualmente, existen dos constructos de inteligencia emocional: la IE de habilidad (o capacidad cognitivo-emocional) y la IE de rasgo (o autoeficacia emocional de rasgo). Se diferencian por el tipo de medición utilizado en el proceso de operacionalización. Por ejemplo, la perspectiva de la capacidad concibe la IE como una forma de inteligencia que se evalúa mejor a través de pruebas de rendimiento y tiene una relación más fuerte con las jerarquías de capacidad cognitiva. Así, la IE de habilidad se refiere a las diferencias individuales en la capacidad de procesar y utilizar la información emocional para promover un funcionamiento eficaz en la vida cotidiana.
La IE de rasgo se refiere a las disposiciones conductuales y a las habilidades autopercibidas y se mide a través de autoinformes. La IE de rasgo tiene una relación más fuerte con la personalidad y se refiere a las percepciones de las personas sobre sus capacidades emocionales (lo buenos que creemos que somos para entender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás, más que lo buenos que somos en realidad).
El autismo del coaching emocional
El trastorno del espectro autista (TEA) se caracteriza por deficiencias persistentes en la comunicación e interacción social, un comportamiento restringido y repetitivo, y un inicio del trastorno en la primera infancia (APA, 2013). Mientras que el TEA se dividía en subtipos en las versiones anteriores del manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales (DSM), las diferentes formas de TEA se combinan ahora en una categoría amplia en el nuevo DSM-5 (APA, 2013).
Comparativamente se ha prestado poca atención en la investigación de los TEA al procesamiento de otros tipos de estímulos emocionales, como el lenguaje emocional (comprensión de palabras, frases y textos cargados de emociones; hablar de emociones; percepción y producción de la entonación emocional en el habla). De hecho, en revisiones anteriores se ha señalado la falta de investigación sobre el procesamiento de emociones en tareas no sociales (Gaigg, 2012; Nuske et al., 2013). Si existen alteraciones emocionales más genéricas en las personas con TEA que provocan déficits en el procesamiento de las emociones faciales, cabría esperar que se observaran también alteraciones emocionales en el lenguaje. El objetivo de este artículo es proporcionar una revisión sistemática de la literatura empírica con respecto al lenguaje emocional en el TEA, discutir las implicaciones para nuestra comprensión del TEA, y dar recomendaciones para futuras investigaciones.
El autismo abruma las emociones
Objetivo: Los estudios sugieren que la crianza de un niño con discapacidad tiene más dificultades que la crianza de niños sanos porque el desarrollo de un niño con discapacidad se asocia con emociones negativas y ser frustrante y estresante en los aspectos físicos y emocionales. Cabe destacar que la salud psicológica de los padres tiene un impacto directo en el desarrollo social, emocional, cognitivo y conductual de los niños y con la calidad del apego, la participación en la educación y el tratamiento de su hijo, el cuidado de otros miembros de la familia y su salud psicológica. En general, la inteligencia emocional tiene una fuerte correlación con la capacidad de afrontar los problemas, la adaptación, el juicio positivo, la toma de decisiones, la extraversión, la flexibilidad, la felicidad y la capacidad de coordinar los sentimientos y el desarrollo psicológico. Por lo tanto, debido a la importancia de la inteligencia emocional en los padres de niños autistas, el presente estudio se llevó a cabo para comparar la inteligencia emocional de los padres de niños con trastorno del espectro autista y los padres de niños con desarrollo típico.
Autismo desprendimiento emocional
Jody Houston es una aspirante a psicóloga clínica que se licenció en Psicología por la Universidad de Lincoln. Ha trabajado con niños y jóvenes con autismo durante varios años. Actualmente está cursando un máster en autismo en la Universidad de Birmingham. Está interesada en garantizar que las personas con el espectro autista puedan acceder al apoyo que tanto necesitan.
Cada vez más la investigación está destacando las diferencias entre el desarrollo emocional autista y neurotípico (NT). Cibralic et al (2019) realizaron una revisión sistemática de la literatura en torno a la regulación emocional (RE) y el autismo, destacando claras diferencias con el desarrollo NT.
Se ha demostrado una mayor prevalencia de dificultades de salud mental para los autistas, debemos preguntarnos por qué. Sabemos que el autismo se diagnostica cuando las dificultades se encuentran en dos áreas, a saber, la comunicación/interacción social y los comportamientos restringidos/repetitivos (American Psychiatric Association, 2013). Los adultos del espectro describen la vida en un mundo de TN con palabras como solitario, desafiante y estresante. Esta observación se utiliza a menudo como hipótesis causal para explicar la mayor probabilidad de una dificultad de salud mental. Las personas autistas suelen manifestar ansiedad, y muchas de ellas describen una sensación constante de huida o lucha, ya que su cuerpo responde a su lucha por identificar lo que es seguro. El criterio de diagnóstico se refiere a un “déficit en la reciprocidad socio-emocional”, por ejemplo, un “menor intercambio” de emociones. El enfoque se lee principalmente como si las diferencias en las emociones se derivaran de las dificultades con la interacción/comunicación social.