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“La inteligencia emocional es fundamental para establecer y mantener relaciones e influir en los demás, habilidades clave que ayudan a las personas a lo largo de su carrera y en cualquier lugar de la estructura organizativa”, dice Andrews.
La autoconciencia es la capacidad de identificar y comprender las propias emociones y el impacto que tenemos en los demás. Es la piedra angular de la inteligencia emocional y los demás componentes de la IE dependen de esta autoconciencia.
“Todo comienza con la autoconciencia, que es la base de la IE, y se construye a partir de ahí. Si eres consciente de tus propias emociones y de los comportamientos que desencadenan, puedes empezar a gestionar estas emociones y comportamientos”, dice Andrews.
Nuestras emociones influyen en nuestro estado de ánimo, comportamientos, rendimiento e interacciones con otras personas. “Todos tenemos emociones todo el tiempo”, dice Andrews, “la cuestión es si eres consciente de estas emociones y del impacto que tienen en tu comportamiento, y en el de otras personas”.
Según Tasha Eurich, psicóloga organizacional, investigadora y autora de Insight, las personas que son conscientes de sí mismas tienden a ser más seguras y más creativas. También toman mejores decisiones, establecen relaciones más sólidas y se comunican con mayor eficacia.
Ejemplos de comprensión de las emociones
El cociente de inteligencia cognitiva, conocido como CI, es un factor importante para determinar su capacidad de razonamiento, pero una puntuación alta de CI no lo es todo cuando se trata de prosperar profesionalmente (y personalmente). Otra dimensión de la inteligencia humana, conocida como cociente de inteligencia emocional, o EQ, también se ha relacionado con el éxito. Aunque la gente suele ignorar involuntariamente esta parte crucial de sí misma, la buena noticia es que se puede aprender a potenciar la Inteligencia Emocional. Esto implica identificar y gestionar tus propias emociones, así como evaluar y controlar la forma en que reaccionas ante las de los demás.
Felicidad
¿Qué sientes, ahora mismo, al empezar a leer esto? ¿Sientes curiosidad? ¿Esperas aprender algo sobre ti mismo? ¿Aburrido porque es algo que tienes que hacer para la escuela y no te interesa mucho, o feliz porque es un proyecto escolar que te gusta? Tal vez estés distraído por otra cosa, como sentirte emocionado por tus planes de fin de semana o triste porque acabas de pasar por una ruptura.
Sentimos nuestras emociones desde que somos bebés. Los bebés y los niños pequeños reaccionan a sus emociones con expresiones faciales o con acciones como reír, abrazar o llorar. Sienten y muestran sus emociones, pero aún no tienen la capacidad de nombrar la emoción o decir por qué se sienten así.
A medida que crecemos, nos volvemos más hábiles para entender las emociones. En lugar de reaccionar como los niños pequeños, podemos identificar lo que sentimos y expresarlo con palabras. Con el tiempo y la práctica, mejoramos en saber lo que sentimos y por qué. Esta habilidad se llama conciencia emocional.
La conciencia emocional nos ayuda a saber lo que necesitamos y queremos (o no queremos). Nos ayuda a establecer mejores relaciones. Y es que ser conscientes de nuestras emociones puede ayudarnos a hablar de los sentimientos con más claridad, a evitar o resolver mejor los conflictos y a superar los sentimientos difíciles con más facilidad.
Orgullo
Debemos ser cautos y evitar ver a los clientes que pueden diferir emocionalmente de nosotros como si necesitaran ser arreglados. Sin embargo, todos nos beneficiamos de una mejor comprensión de nuestras emociones y de cómo afectan a nuestro comportamiento, especialmente cuando están en desacuerdo con nuestros objetivos diarios y de toda la vida.
Antes de continuar, pensamos que le gustaría descargarse gratuitamente nuestros tres Ejercicios de Inteligencia Emocional. Estos ejercicios, basados en la ciencia, mejorarán su capacidad para entender y trabajar con sus emociones, y le darán las herramientas para fomentar la inteligencia emocional de sus clientes, estudiantes o empleados.
La mente humana evolucionó con adaptaciones clave para facilitar la supervivencia y los retos reproductivos de nuestros antiguos ancestros. Aunque el entorno en el que vivimos ha cambiado drásticamente, seguimos compartiendo su capacidad para la resolución de problemas, la percepción, los sistemas de creencias y el pensamiento emocional (Workman y Reader, 2015).
Por lo tanto, una definición de pensamiento emocional no solo debe (i) atender a la gama de emociones que poseemos (incluidas las positivas y las negativas); también debe (ii) explicar cómo reaccionamos física, psicológica y cognitivamente ante los acontecimientos cotidianos (factores próximos); y (iii) explicar por qué el mecanismo evolucionó a lo largo de muchas generaciones (factores últimos).