Comunicacion de las emociones

Comunicacion de las emociones

Cómo afectan las emociones a la comunicación en el trabajo

En este debate, evito específicamente clasificar las emociones como “buenas” o “malas”, o “positivas” y “negativas”. Esto se debe a que las emociones simplemente son. Si llamamos a una emoción mala o negativa, tenemos la impresión de que experimentar esta emoción es de algún modo malo o negativo. Todas las emociones son normales y naturales. Todas son importantes y desempeñan su papel en nuestras vidas. Algunas son más agradables que otras, sin duda. Pero eso no significa que algunas deban evitarse, o que debamos intentar suprimir alguna, ya que hacerlo podría tener efectos adversos en nuestro bienestar mental, emocional e incluso físico.

Dicho esto, es importante gestionar adecuadamente nuestras expresiones emocionales. Sin duda, las expresiones emocionales inapropiadas pueden causar estragos y daños importantes en nuestras relaciones. Lo que se define como expresiones emocionales apropiadas varía según las culturas, ya que, en cierta medida, se define culturalmente. En este artículo, hablaremos de la gama de emociones humanas naturales y normales, seguido de un debate sobre la inteligencia emocional.

El papel de las emociones en la comunicación

¿Alguna vez has ido al cine y has soltado una carcajada y un bufido para darte cuenta de que nadie más se está riendo? ¿Se ha sentido alguna vez incómodo cuando alguien llora en clase o en un lugar público? Las emociones son claramente personales, ya que a menudo proyectan lo que sentimos en nuestro interior a quienes nos rodean, queramos o no. Las emociones también son interpersonales, ya que la muestra de emociones de otra persona suele provocar una reacción por nuestra parte, quizá de apoyo si se trata de un amigo íntimo o de incomodidad si se trata de un desconocido. Las emociones son fundamentales en cualquier relación interpersonal, y es importante saber qué causa e influye en las emociones para poder entender mejor nuestras propias emociones y responder mejor a los demás cuando muestran emociones.

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Las emociones son reacciones fisiológicas, conductuales y/o comunicativas a estímulos que se procesan cognitivamente y se experimentan como emocionales[1] Esta definición incluye varias dimensiones importantes de las emociones. En primer lugar, las emociones suelen experimentarse internamente a través de cambios fisiológicos como el aumento del ritmo cardíaco, la tensión en el estómago o el frío. Estas reacciones fisiológicas pueden no ser percibidas por los demás y, por lo tanto, son intrapersonales, a menos que mostremos algún cambio en el comportamiento que dé pistas a los demás sobre nuestro estado interno o que comuniquemos verbalmente o no nuestro estado interno. A veces nuestro comportamiento es voluntario -ignoramos a alguien, lo que puede indicar que estamos enfadados con él- o involuntario -nos movemos nerviosamente o evitamos el contacto visual mientras hablamos porque estamos nerviosos-. Cuando comunicamos nuestras emociones, llamamos la atención sobre nosotros mismos y proporcionamos información a los demás que puede informar sobre cómo deben reaccionar. Por ejemplo, cuando alguien que nos importa muestra comportamientos asociados a la tristeza, es probable que sepamos que tenemos que prestarle apoyo[2] Aprendemos, a través de la socialización, a leer y mostrar las emociones, aunque sin duda algunas personas son mejores que otras para leer las emociones. Sin embargo, como ocurre con la mayoría de los aspectos de la comunicación, todos podemos aprender a ser más competentes con un mayor conocimiento y esfuerzo.

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Ser emocional es una parte inherente al ser humano. Sin embargo, la forma en que comunicamos las emociones puede hacer que éstas parezcan negativas. ¿Alguna vez has dicho: “No te sientas así” o “No debería sentirme así”? Cuando negamos nuestras propias emociones o las de otra persona, nos estamos negando a nosotros mismos o a esa persona y descartamos el derecho a las respuestas emocionales. Sin embargo, al mismo tiempo, nadie más puede hacer que te “sientas” de una manera determinada. Nuestras emociones son nuestras emociones. Son la forma en que interpretamos y afrontamos la vida. Una persona puede establecer un contexto en el que experimentas una emoción, pero eres tú quien sigue experimentando esa emoción y permitiéndote experimentar esa emoción. Si no te gusta “sentir” una manera específica, entonces puedes cambiarla. Todos tenemos la capacidad de alterar nuestras emociones. Alterar nuestros estados emocionales (de forma proactiva) es la forma en que superamos la vida. Quizá acabes de romper con alguien y escuchar música te ayude a superar el dolor que estás experimentando para llegar a un lugar mejor. Para otros, necesitan comunicar abiertamente cómo se sienten en un esfuerzo por procesar y trabajar las emociones.

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De las modalidades anteriores, el papel de la postura en la percepción de la emoción ha sido de creciente interés empírico en el campo de la emoción (véase Aviezer et al., 2008a; Barrett et al., 2011; Hassin et al., 2013). Sin embargo, siguen existiendo cuestiones fundamentales relacionadas con la percepción de las posturas de emoción. En concreto, las investigaciones anteriores no han determinado (1) si una postura de asco puede identificarse de forma fiable, (2) cómo se reconocen las diferentes posturas dentro de las categorías de emoción, en particular las que expresan tendencias de acción distintas, y (3) la correspondencia entre las valoraciones categóricas y dimensionales de las posturas de emoción. Esta investigación aborda cada una de estas lagunas en la literatura.

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El papel de la postura corporal ocupa un lugar central en los escritos clásicos sobre la emoción (véase Darwin, 1872; James, 1884; Dewey, 1894). La postura corporal transmite tendencias de acción asociadas a las emociones correspondientes (Frijda, 1986). Por ejemplo, una postura de miedo suele implicar una respuesta física evasiva y protectora ante un referente externo, mientras que una postura de ira se asocia a que el individuo se extiende hacia un referente y se agranda. Investigaciones empíricas más recientes demuestran que incluso diferencias relativamente pequeñas en la postura y el movimiento del cuerpo pueden influir en la percepción y categorización de las emociones (Dael et al., 2012).

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